lunes, 11 de enero de 2016

EL TRANCO DEL LOBO (parte I)

Hubo un tiempo en el que la Península Ibérica era tierra de lobos, desde los bosques y los valles hasta los páramos y montes. Antes de que esa lacra social llamada cazadores se extendiese como un virus sin respetar nada, asesinando crías, madres, ahorcando perros y destruyendo toda la vida que se encuentran a su paso.

Tal era la abundancia de estos preciosos canes que sus pasos eran bien conocidos e incluso se podía poner nombre a los estrechamientos de los ríos por donde cruzaban de una orilla a otra. A estas zonas se les llamaba tranco del lobo y aunque estoy seguro de que tod@s habéis oído este nombre alguna vez en vuestros pueblos hoy os invito a conocer las ruinas de un poblado ya olvidado al borde del río Júcar.

Bienvenidos al pueblo abandonado de El Tranco del Lobo


El origen de este poblado está ligado a la construcción de la central hidroeléctrica que se construyó a orillas del río Júcar en la localidad de Casas de Ves. Esta pertenecía a la explotación de las aguas que comenzó a mediados del siglo XIX y que consistía en cinco presas, tres molinos y un batán.


Aquellas infraestructuras fueron evolucionando durante la primera mitad del siglo XX y uno de aquellos molinos harineros que aprovechaba la fuerza del caudal de agua se transformo en central Hidroeléctrica.


En este periodo de proliferación de centrales de este tipo se construían poblados para albergar a los trabajadores que debían acometer las obras aunque las condiciones de vida solían ser bastante duras.



Ya poco queda hoy pues el interior de las casas está completamente derruido y la vegetación va ganando terreno.



Pero vale la pena visitar unas ruinas testigos de muchas vidas y anécdotas antes de que el inevitable paso del tiempo las borre para siempre.




Y seguimos nuestra exploración aunque haya que luchar un poco con la maleza que lucha por engullir el poblado.



Y una estancia en particular llama nuestra atención. ¿Acaso una despensa?. Libertad de opiniones.



Y como no podía faltar en un país dominado siempre por dioses, cristos y demás amigos imaginarios encontramos lo que fue la iglesia, hueca por dentro y llena de vegetación.



Y llegamos al final en donde el aprovechamiento hidroeléctrico sigue en funcionamiento de forma automatizada.


Y las últimas fotos mientras el sol se esconde y va cayendo la noche. Se echa de menos el sonido de los aullidos.



Y hasta aquí el documento fotográfico de un pueblo avocado al olvido. Espero que os haya gustado y no os perdáis la segunda parte de esta incursión en el Tranco del Lobo en donde veréis una forma diferente de exponer arte.

No hay comentarios: